Memoria de mis putas tristes, otra obra de arte de Gabriel García Márquez



Gabriel García Márquez tras ser premiado con el Premio Nobel de Literatura en el año 1982 por “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”, se aparta de la novela y se dedica a escribir sus memorias. Tras la publicación del primer volumen  se supuso que el autor seguiría dedicado a escribir la continuación de esas memorias. Pero en alguna de las escasas entrevistas que concedió dio a entender que había regresado a la novela tras diez años de absoluta sequía. Durante una temporada se filtran noticias sobre su nueva obra y llegado el momento, en el año 2004, la editorial anuncia la publicación de su última novela y lanza una edición de un millón de ejemplares.

“Memoria de mis putas tristes”, que así se llama la última novela escrita por Márquez no se aparta ni de los escenarios, ni siquiera de la extensión de la novela “El coronel no tiene quien le escriba”, otra de sus obras maestras. Ahora la narración se nos ofrece desde la perspectiva de un hombre de noventa años que pretende celebrar su cumpleaños con una nueva experiencia amorosa.

No cabe duda de que “Memoria de mis putas tristes” es también una reflexión sobre la vejez, pero el relato se inscribe en el apasionante mundo del narrador. Aunque nunca se menciona, deducimos que el escenario en el que se desarrolla la novela es la ciudad de Barranquilla, ciudad próxima a Cartagena de Indias, donde el autor realizó sus primeros escarceos periodísticos. Ciudad donde se relacionó con algunos de sus amigos más fieles; uno de ellos mencionado en el texto y en la que descubrió la literatura contemporánea.

Gabriel García Márquez tampoco precisa el tiempo en el que se desarrolla el relato, aunque bien pudiera ser a comienzos de los años cincuenta. En una de las primeras páginas el autor narra sus cuarenta años y la novela finaliza cuando acaba de cumplir los noventa y uno. Sabemos también que el primer lance de amor del narrador con una prostituta se produjo un poco antes de los doce años y en su característico afán de precisión, la muchacha que descubre, a la que llamará Delgadina, cumple sus quince años el día quince de diciembre.

El protagonista que se autocalifica, como “feo, tímido y anacrónico”,  en una frase que me recuerda a la de  "feo católico y sentimental de Ramón del Valle Inclán, vive en una amplia casa colonial heredada de sus padres, de la que ha ido vendiendo casi todo, salvo la biblioteca, y asegura con orgullo que “nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera para botarla a la basura”. Anotará en una libreta tales experiencias hasta superar las quinientas y entonces abandonar la desbordante tarea.

Frecuentador de burdeles, estuvo a punto de casarse, pero dejó plantada a la novia el día de la ceremonia. Su afición, además de la lectura, es la música (como la del propio novelista) y se convierte en el crítico musical del periódico en el que trabaja como columnista, tras haber sido profesor sin ningún interés por la docencia o sus alumnos. La exageración, uno de los métodos narrativos, de García Márquez se inicia ya con lo que definirá como “glorificación de la vejez”. Contará el paso del tiempo por décadas y terminará su relato con el apasionamiento de un joven, porque “la edad no es la que uno tiene sino la que uno siente”.

En una conversación con Casilda Armenta, una prostituta de la que fue antiguo y repetido cliente, le confiesa que se está “volviendo viejo". La tardía pasión que va a vivir a lo largo del relato se inicia a través de una celestina, Rosa Cabarcas, que constituye una pieza esencial en el engranaje de la narración. Ella buscará a la muchacha que sólo cuenta catorce años, pero el anciano se limitará, en todos los encuentros, a dormir junto a ella, salvo en uno en la que le besará por todo el cuerpo. Su enlace y confidente acabará confesándole que también ella se ha enamorado de él. No intercambian palabra, salvo en una duermevela, cuando el protagonista le adivinará una voz “plebeya”.

Sus exaltadas manifestaciones amorosas se producirán en sus artículos de prensa. Allí escribe cartas de amor que van a ser leídas, incluso, por la radio, convirtiéndole en un personaje aún más popular. Pero el amor constituirá una exaltación sentimental, romántica en sus manifestaciones: A través de su protagonista García Márquez asegura que “Siempre había entendido que morirse de amor no era más que una licencia poética. Aquella tarde, de regreso a casa otra vez sin el gato y sin ella, comprobé que no sólo era posible morirse, sino que yo mismo, viejo y sin nadie, estaba muriéndome de amor” y aún va más lejos cuando afirma: “El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor”.

Morir después de los cien años y de amor es el último deseo en esta confesión que es la novela. La vida del protagonista no ha sido apasionante, pero la salva ya en la vejez, el amor tardío. Por otro lado el montaje del relato no presenta fisuras, los personajes están trazados con fina ironía. ¿Y qué decir de su estilo? Uno no puede sino admirar la precisión léxica, el tratamiento de orfebre de la expresión. García Márquez sigue siendo, a mi entender, el mejor escritor actual de la lengua española. Habrá quienes le superen en otras facetas del arte, pero no hay palabra que sobre en el relato. La precisión con la que utiliza el léxico, la modulación de su prosa y sus rasgos chispeantes no tienen parangón. Su prosa sentenciosa y el adjetivo sorprendente resultan poéticos. No desdeña el barroco y se mece en él con las músicas más dispares, las que escucha, aprecia y aquí menciona.

Una novela de García Márquez, extraordinariamente bien escrita, una novela de amor desesperado y una defensa de la sensibilidad y los sentimientos que vencen a la vejez, aunque el tema sea un tanto delicado. De todas maneras la narración nos traslada a un ambiente ya conocido en otras obras del autor, un ambiente un tanto desquiciado, mágico si se quiere y anormal, en el sentido más estricto del término, es decir, falto absoluto de normalidad, al menos tal y como la entendemos la mayoría; pero la calidad narrativa del autor hace que veamos creíbles a los personajes. Es una novela que entiendo que hay que leer, otra cosa es la opinión ética de cada lector, eso queda en sus manos, yo me limito a recomendarla pues es una obra de arte sin ningún tipo de duda.

Hasta aquí hemos llegado, espero que si Dios quiere, volvamos a encontrarnos por aquí el próximo jueves. Cuídense mucho.

Como probablemente sepan alguno de ustedes, acaban de publicarme una novela negra que se titula "Al madero no le gusta la ropa vieja", cuyo escenario es Fuerteventura y su capital, Puerto del Rosario. Sus protagonistas, dos guardiaciviles que investigarán un homicidio. Por si estuvieran interesados en adquirir un ejemplar aquí les dejo el enlace que les permitirá hacerlo. ¡Feliz lectura!

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